Cuando Dolores descubrió la cámara, no supo muy bien cómo
reaccionar. Del primer “¿y esto que hace aquí”? pasó al “¡Ahora lo comprendo
todo!”. Para terminar con una fría sensación de vulnerabilidad, se sentía, de
alguna manera, violada. Agarrando fuertemente la cámara se dirigió, llena de
ira, hacia la salita donde madre e hijo se encontraba viendo la televisión. Alzó
la mano, poseída por un fuerte sentimiento de cólera, y lanzó el objeto contra
la pared provocando el espanto de ambos.
La miraron con el rostro desencajado, paralizados por el miedo. A Gundamaro le
temblaba la barbilla, nunca fue hombre de enfrentamientos a pecho descubierto.
-¿Por qué?- simplemente preguntó Dolores con los ojos llenos
de amargura- ¿Pero a ti que te pasa? ¿Qué tienes por dentro?
Gundamaro no supo que responder. Sintió que todo le daba
vueltas, le faltaba el aire, y notó un
gran peso en el pecho. Asustado intentó levantarse, pero no lo consiguió, le
fallaron las piernas y cayó redondo al suelo ante el estupor de las dos
mujeres. Dolores corrió hacia el teléfono a llamar una ambulancia, casi no le
salía la voz, le torturaba la idea de haber matado a su hermano del disgusto.
-¡¡¡Tu hermano!!!- gritó de repente la madre- ¡no respira!
Dolores notó que la tierra se abría bajo sus pies….